Un día me encontré sola en el desierto, bajo la sombra de un árbol. Ni
siquiera mi sombra seguía conmigo. Todo había cambiado y tenía miedo,
miedo de enfrentarme conmigo misma y de sentir que todo estaba ahora en
mis manos, bajo el deseo de mis pies. Y mi corazón empezó a latir, más
que latir él temblaba, temblaba de la emoción. Ahora éramos nosotros dos
los dueños del camino, el recorrido era todo nuestro. Con viento a favor o en contra, con las luces encendidas o a oscuras, nunca más íbamos a estar solos.
El deseo es acción y la acción es pasión, y todo nos lleva al centro
de nuestro ser, el corazón, que late y late, con miedo pero cada vez
con más fuerza y poco a poco empieza a brillar, con su luz, la luz
propia que tanto costó crear.
25 de Julio.
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